De nuevo el viernes nos marca el fin
de semana y por tanto necesito abrir mi ventana para que allí asomado y respirando aire fresco y
puro poder escribir mejor de los hombres y mujeres que nos protegen, que viven
justamente para eso, ya sean miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del
Estado, Fuerzas Armadas, Vigilantes de Seguridad o... Cuerpo de Bomberos.
Y de estos últimos quiero hoy
escribir a modo de un merecido homenaje pues también están en los lugares donde
el peligro es ese compañero de andar por casa.
Cuando pensamos en los bomberos nos
acordamos invariablemente en esas personas adscritas al Cuerpo donde esté
radicadas y que se encargan de apagar fuegos aunque hacen mucho más y casi no
pensamos ni somos capaces de darles las gracias.
Pues hoy, desde esta mi ventana, os
doy las GRACIAS por vuestro trabajo, por vuestra entrega, por vuestros
sacrificios, por esos recuerdos que quedan grabados a fuego y nunca mejor dicho
en la mente de todos vosotros y por la dureza de vuestras vidas que habéis
dedicado por completo a salvar literalmente las de los demás.
Un bombero es aquella persona que
está capacitada conforme para la extinción de incendios y también para asistir
a víctimas en cualquier otro tipo de desastre como terremotos, inundaciones, etc,.
Son profesionales con experiencia
adquirida día a día en los siniestros, así como en las maniobras diarias
realizadas dentro de los parques de bomberos, han sido siempre soporte
fundamental de la profesión del bombero, no obstante el nacimiento de nuevos
riesgos tecnológicos, la adquisición de nuevos equipos y herramientas y la
experiencia de disponer de un Cuerpo de Bomberos al máximo nivel, ha exigido el
desarrollo de una formación integral de los respectivos miembros del servicio.
Además de la referida formación
integral, de la preparación física, nuestros bomberos deben soportar las
incomodidades del material específico que visten y llevan para su protección,
también la nuestra, en situaciones extremas.
Pero lo más duro pienso que son las
consecuencias de los siniestros a los que atienden pues ellos son los que se
encuentran en primera instancia con la cara más dura del dolor, de la
desesperación. Ellos ven en primera persona como los sueños en demasiadas
ocasiones se rompen por una imprudencia o por un hecho fortuito aislado.
Nuestros bomberos saben bien las
consecuencias del dolor, de la peor de las muertes, de la más desesperada
impotencia así como de las mayores alegrías cuando salvan una vida en un
incendio, accidente o en medio de una escarpada montaña donde montañistas han
quedado aislados o esos senderistas que no han hecho uso de la mayor de las
herramientas cuando sales: ¡La prudencia!
También los que se accidentan en
cualquier lugar y no puede retomar el camino de vuelta. ¡Allí también están
nuestros queridos y admirados bomberos!
¿No se os hiela la sangre cuando
escucháis la sirena del camión de bomberos que llega, y por fortuna pasa, por
delante nuestra a gran velocidad? Cada vez que eso ocurre unos hombres y
mujeres se disponen a acometer peligrosas misiones en las que entregan si hace
falta su propia vida para salvar la de los demás que es también las nuestras.
Cada vez que veo un vehículo del
parque móvil de los bomberos perderse por la carretera o las calles a gran
velocidad rezo para que tanto a ellos como a los que tienen que socorrer les
vaya bien.
Muchas veces en esta sociedad tan
deshumanizada, tan alejada de todo, tan individualista y llena de egoísmo no
somos capaces de pararnos a pensar la cantidad de personas e instituciones que
velan por nosotros días y noches.
Entre estas está el Cuerpo de
Bomberos y los miembros que la componen y que por medio de este artículo
escrito cuando la tarde se resiste a marchar quiero dar las GRACIAS así como
que sirva de sincero Homenaje por tanto cuánto hacéis y por lo poco que nos
acordamos de vosotros.
Con un fraternal abrazo y mi
admiración,
Jesús Rodríguez Arias
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