Pienso que en demasiadas ocasiones pasamos por la
vida sin abrir las ventanas y parece que donde nos movemos un viciado y denso
aire envuelve cada movimiento.
Creo que hoy viernes, cuando parece que han bajado
algo las temperaturas, es necesario hacer un sano ejercicio: ¡Abrir las
ventanas!
Dejemos que el aire puro, limpio, fresco nos sane
y haga respirar de nuevo como si fuese la primera vez que lo hiciéramos.
Dejemos que nos inunde la claridad y los rayos luminosos del sol clareen cada
oscuro rincón que nos aprisionan más de lo que cada uno necesita en realidad.
Pienso que muchas veces no abrimos la ventana por
comodidad, por flojera y también por miedo ya que pensamos que lo nuestro es
siempre lo mejor o por lo menos nuestro y en parte es verdad aunque con el
tiempo nos acomodamos y no tenemos ilusión para acometer nuevas metas que den
frescura a nuestras vidas.
Estamos terminando el mes de julio, caluroso como
él solo, para muchos regreso y partida de vacaciones y allí estarán nuestros
particulares ángeles de verde vigilantes para que nada que no tenga que ocurrir
suceda. Ellos para los cansados y hastiados conductores que esperan largas
colas para llegar bien a sus casas, bien a sus destinos vacacionales, la
Guardia Civil y sus miembros significan esa ventana abierta al aire puro, sano
que nos protege y nos cuida. En horas y horas de oscuridad metidos dentro del
habitáculo del coche nos sentimos cansados, nos acomodamos, y los sentidos se
empiezan a perder. Justamente en ese momento aparecen una pareja de Guardias Civiles en sus motos cual jinetes del asfalto y entonces nuestros sentidos se
despiertan ante su presencia.
No valoramos a la Guardia Civil y su gran
contribución a la seguridad y protección de todos en casi ningún momento y
menos en estas épocas puramente vacacionales donde los efectivos se refuerzan
no para multarnos, ni mucho menos, ni para hacernos un molesto registro, ni
para medir el grado de alcoholemia que podamos tener sino para protegernos a
nosotros y a todos los que circulan por las cuantiosas carreteras que pueblan
cada rincón de nuestra bendita España.
A todos nos gusta salir de viaje aunque más nos
debería importar el volver a casa sanos y salvos. Si todos nos hiciéramos esa
promesa firme seríamos mucho más cuidadosos que es una forma de respetar
nuestras propias vidas y también la de los demás. Las locuras se pagan y casi
siempre son los mismos: ¡Los más inocentes!
A todos los conductores os pido que abráis
vuestras ventanas, ventanillas, para que entre el aire puro y fresco que os da
tranquilidad y os ofrece a la vez seguridad y que van vestidos de verde, son
hombres y mujeres que entregan su vida a diario por todos y que poco se lo
agradecemos.
Yo, que ahora paseo mi vista por las montañas que
cobijan a mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario, voy abrir de par en par
la mía y desde mi ventana comprobar como entra el aire puro, fresco,
regenerador que envuelva la casa de mi vida y se lleve lo viciado, lo macilento
que tanto daño me hace.
A ti te lo pregunto, ¿Vas hacer lo mismo?
¡Hazlo, no te arrepentirás!
Jesús Rodríguez Arias
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