Damián sabía que las alegrías
duran poco en la casa del pobre, que la vida que se veía desde esa pantalla plana que
sobresalía de la pared no era la real ni mucho menos. Es la que nos quieren
„vender“ los mismos de siempre que nos presentan lo peor de la cara de la vida
haciendo parecer a los buenos malos malísimos y a los que no merecen ni el aire
que respiran por zafios, traidores y veletas como ejemplos de honestidad a
seguir.
Damián, hay que reconocerlo,
es más de radio pues creció y envejeció con el soniquete de esas voces que salían
del aparato voluptuoso que tenía su madre encima de la mesa de camilla donde se
sentaba toda la familia tras almorzar. Mesa de camilla recubierta con una de
aquellas mantas de entonces a modo de falda mientras la copa de picón hacía
entrar en calor los gélidos cuerpos de los que allí se apiñaban.
Y recuerda los partes, la
música de entonces, los programas, el teatro, porque para los pobres todo esto
provenía del aparato de radio que un día comprara su abuelo Arsenio con unos
atrasos que había cobrado de la última cosecha.
Virtudes se llamaba la madre
de Damián y la verdad que la buena y hacendosa mujer hacía todos los días honor
al nombre. Tenía dos hermanos más: Camilo y Rosita siendo nuestro Damián el del
medio. Vivian en el domicilio familiar el abuelo Arsenio y la abuela
Mariquilla, que siempre estaba alegre y veía el mundo color Esperanza, también
la tía Mari Luz que estudió para maestra gracias a las becas que consiguió por
ser tan buena estudiante pero cuando iba
a entrar en el colegio de Doña Nicanora cogió la polio y perdió la
oportunidad de hacer su vida tal y como se la había imaginado. Ahora da clases
particulares en el estudio, la casa es
destartalada y grande, a los chiquillos que van retrasados en algunas de las
materias. También ayuda a la Iglesia con clases a niños desfavorecidos a los
que ir a la escuela le supone tanto que no pueden hacerlo.
Esa era toda la familia porque
padre murió demasiado joven para disfrutar de los suyos. Murió de un furtivo
tiro que lo mató de inmediato. Padre se llamaba como él, Damián y era Cabo de
la Guardia Civil en el pueblo donde le vio nacer. Allí se casó con Virtudes,
que era la hija de Mariquilla la panadera y Arsenio que trabajaba en la
agricultura desde ni se acuerda cuándo. Él acababa de ingresar en la Benemérita
Guardia Civil y le destinaron a su pueblo pues su madre Justina padecía una
enfermedad que la estaba degenerando por dentro y ya había perdido la cabeza.
Gracias a las influencias que aún seguía teniendo Don Jaime, secretario del
ayuntamiento, pudo hacer el favor de que el niño de Justina pudiera estar con
ella, en su pueblo, en su casa, hasta el final.
La vida no es como uno piensa,
sueña, sino como se la plantea Dios porque si la madre de Damián no hubiera
estado malita o Don Jaime no hubiera tenido todavía influencias a lo mejor él
nunca hubiera vuelto a su pueblo, sino de visita, y quién sabe lo que le
hubiera deparado el futuro.
Pero su presente se llamaba
Virtudes y se extendió con Camilo, Damián y la pequeña Rosita. En su presente
también estaban Arsenio y Mariquilla, sus suegros, y Mari Luz, su cuñada, que
es una mujer luchadora porque a pesar de tantos pesares ha sido capaz de
ejercer la profesión que devocionaba por vocación.
Lo que no podía saber Damián
es que la alegría de su ascenso a cabo duraría poco como todo lo que sucede en
la casa del pobre pues un día Jacinto el guarda del coto de Don Julio, que
según se decía era el hidalgo del lugar, le avisó porque estaba escuchando
tiros de furtivos que se habían colado y aunque él le puso resistencia era unos
cuantos que acabaron pegando tiros al pobre Jacinto que lo único que hacía era
cumplir con su deber.
Allí se personaron el Cabo
Damián y el agente Manolillo, un joven de poco más de veinte años, que había
llegado hace poco al pueblo como su primer destino. No avisó a Gervasio, el agente más veterano
porque ya a sus 57 le costaba mucho todo lo que fuera el andar, correr,
transitar por los campos y además había perdido vista. Lo dejó en el cuartel
tras la vetusta y antigua mesa por si alguien necesitaba de la Guardia Civil
que honran el lema que aparecía en todas las casas cuarteles: ¡Todo por la
Patria! Y también todo por los españoles y por quienes lo pudieran necesitar.
Y aunque Don Julio los saludó
al llegar a su casa del coto no pudo acompañarlos ya que superaba los ochenta y
su caminar era lento y demasiado cansino. Se escuchaban los disparos, eran por
la zona norte, y Damián junto a Manolillo y el bueno de Jacinto se fueron en
busca de quienes estaban causando grave daño no solo al propietario sino a los
vecinos que vivían de lo que allí se cazaba.
Fue demasiado rápido, según le
contaron, pudieron apresar al cabecilla, muy conocido en el lugar, y a dos más
mientras otros tres emprendían la huida hasta que llegó ese tiro furtivo que
atravesó el pecho, y con este el corazón, del bueno de Damián que cayó muerto
fulminantemente. Ese tiro furtivo mató a su Familia y entristeció a su pueblo.
Del que apretó el gatillo nunca se supo pues huyó con los otros tres como cosa
que se la lleva el mismo diablo.
Desde entonces nada fue igual
en la casa de Damián, de su pueblo ni en el viejo cuartel de la Guardia Civil…
Eso le cuentan y recuerdan
todos a Damián hijo, el mediano de la familia, todos los vecinos así como Manolillo que acabó
ascendiendo y el viejo Gervasio que tras la muerte de su superior y sobre todo
amigo pidió seguir en su puesto hasta que ya la vejez lo obligó a abandonar.
Damián hijo supo desde chico
que por su sangre corría el verde Guardia Civil y cuando tuvo la edad, los años
desde la muerte de padre pasaron demasiado deprisa, pudo ingresar en la
Benemérita Institución gracias al inmenso prestigio de su padre y también a la
ayudita de Don Cosme, hijo de Don Julio que antes de morir dejó expreso deseo
de ayudar a la familia del bueno de Damián en todo lo que necesitaran pues él
dio su vida en su casa.
Damián, gracias a la ayuda del
viejo hidalgo, pudo estudiar y por tanto acceder al cargo de Teniente aunque
para eso tuviera que marchar del pueblo donde nació y hacer su vida en los
lugares que estuvo. Con los años fueron muriendo sus abuelos Arsenio y
Mariquilla, su madre Virtudes, al quedarse sola pues sus hermanos Camilo y
Rosita marcharon a la capital para estudiar Derecho el primero y veterinaria la
segunda, se dedicó a cuidar de su hermana Mari Luz así como ayudar en la
parroquia y aunque Damián se las quiso llevar a su primer destino en un pueblo
de la sierra de Madrid ellas prefirieron seguir en el lugar de sus vidas.
Y Damián subió y bajó España
en los destinos que tuvo a su cargo con los años iba ascendiendo, llevando
misiones de alto riesgo pues se hizo un especialista en terrorismo, llegando a
llevar la jefatura de la brigada antiterrorista en los tiempos malos de ETA que
mataba un día si y otro también.
Allí, en Bilbao, conoció a
Itziar hija de Don Iñigo que era un empresario que se resistía a pagar el
sanguinario impuesto revolucionario y que estuvo a punto de ser secuestrado si
no hubiera sido por la rapidez del equipo que dirigía Damián, que ya lucía galones
de Comandante y las medallas cubrían todo su pecho.
Se hicieron novios, se
casaron, y en muchos lugares del viejo Bilbao tanto a ella como a su familia la
condenaron a muerte pues el rostro de su padre, el suyo o el de su marido
Damián aparecían tras una diana. Fueron tiempos recios aunque para ellos como
pareja muy felices.
De su matrimonio nació Damián,
Itziar e Iñigo que se convirtieron en la alegría de la casa. Lástima que su
madre no los haya conocido pues murió hace unos años de una pulmonía mal curada
y la tía Mari Luz no quiere moverse por ahora de su sitio.
La vida de Damián, Itziar y
sus hijos fue siempre 100% Guardia Civil. Cuando fue destinado para ocupar una
alta responsabilidad en Madrid con el grado ya de Teniente Coronel su suegro
Iñigo, que había perdido a su mujer hace poco de una mala enfermedad, decidió
marchar de su tierra, él que tiene los ocho apellidos vascos, porque estaba
amenazado y todos sus trabajadores también. Decidió trasladar su negocio a
Madrid donde, una vez más en su vida, tendría que empezar de nuevo.
Pero en la mente de Damián
estaba volver a su pueblo con su hermana Rosita que ejercía de veterinaria y su
hermano Camilo que había montado despacho junto a Don Cosme, hijo de Don
Julián, pues el pueblo se había expandido mucho y salvo el centro que se
mantenía igual lo demás se había expandido mucho hasta convertirse en el motor
de la comarca. Hasta habían construido una nueva Comandancia que tenía
competencia sobre un sector importante de personas. Este nuevo enclave tenía
que estar dirigido por un coronel y que está vacante.
Damián pensaba en marchar para
allá aunque tenía que terminar con asuntos que le competían en la capital de
España. Itziar estaba por ello, los niños también, y el abuelo Iñigo que ya se había
retirado de toda una vida de empresario quería descansar en un lugar en el que
se sintiera como en casa. Ellos han llevado una vida trashumante por cumplir
con su deber o por oponerse a lo podrido de una sociedad que alimentaba y
alentaba a los asquerosos terroristas.
La mejor noticia se la dio su
Jefe, el General Santiponce cuando le anunció que le había propuesto para el
empleo de Coronel y que lo había recomendado para la Comandancia radicada en su
pueblo pues ya sabía como sentía Damián. ¡Dicho y hecho!
Ya lleva algunos años desde
que se reencontró con sus raíces, desde que abrazó a su tía Mari Luz muy
anciana ella, desde que empezaran los almuerzos familiares con sus hermanos,
cuñados, sobrinos… Iztiar, sus hijos y su suegro Iñigo se hicieron de allí
pronto pues eso tenía su pueblo, que por mucho que hubiera crecido, es de
brazos abiertos.
Le quedan pocos meses para
pasar a la reserva y está en casa de su hijo Damián, que dentro de poco ingresa
en la Academia porque quiere seguir con el linaje de la Guardia Civil. Y
mientras se queda mirando esa pantalla plana que sobresale de la pared su mente
retrocede a ese pasado que todos tenemos
y se acuerda de su madre Virtudes, de sus hermanos Camilo y Rosita, sus
abuelos Arsenio y Mariquilla así como su tía Mari Luz mientras escuchaban aquél
vetusto aparato de radio de su infancia mientras todos mantenían el calor en la
mesa camilla con el picón encendido mientras Don Juan Tenorio hacía de las
suyas…
Jesús Rodríguez Arias
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