Don Higinio de Monte Perdido y
hallado en la Meseta de siempre fue muy impoluto y por eso le gustaba codearse
de toda barra forrada de escai. De niño fue educado en los más altos colegios
ya que sus padres, que vivían su vida, lo internaban cada año en la prestigiosa
Academia del Quinto Pino donde iba creciendo en pantorrillas pues todos los
días tenía que subir mil metros doble ancho…
Doña Higinia de Quinto Pino y
de Sexto Almendro, era marquesa de Cascarrabias gracias a su abuelo Tación “El
Plumillas” que era afamado disertador de las vacas holandesas. De siempre Doña
Higinia fue de condición beata y como tal no faltaba un día a atender a sus
pobres de siempre. Don Críspulo, su confesor, le decía que tenía que cambiar de
“pobres” pues los suyos ya estaban hacendados debido a los grandes donativos
que les daba cada vez.
Doña Higinia, ofendida, se
marchaba a casa apesadumbrada y con ganas de llorar a moco tendido aunque al
final se quedaba en el Café del Pitiminí que regentaba Engracia, la de Anselmo
que a su vez es hijo del director del banco de muchos fondos y pocos préstamos.
Allí se reunía con sus amigas
de siempre porque Doña Higinia no era mucho de cambiar. Con sus eternas
Pulqueria, marquesa de la Minina, Grata, duquesa del Chopepó, y Honoria,
Archiduquesa de Florín del Manojo Seco, se celebraban unas tertulias donde el
critiqueo de altura hacía presencia mientras decían todas al unísono que si
viviera el Padre San Son seguro que esto no pasaría…
Hoy han invitado a Gladys
Manuela, que es una carraqueña adinerada casada con Pinín, el último hijo del
conde de Tarantón que lo dejó sin título pero si con vitalicia pensión. Gladys
Manuela es muy ordinaria y no es para nada beata, luce escote en pechera, no
sabemos como tiene el abrelatas, come las pastas de tres en tres, se atora y
tose los pedacitos de nueces del Caribe en su abrigo de zorra keniana.
Doña Higinia con sus amigas,
todas beatas, pulcras y ricas, se quejaban amargamente de que Don Críspulo les
había llamado al orden porque quería que cambiaran “sus” pobres por otros
“pobres” que no conocían de nada de nada. ¡Cuando la caridad es imposición deja
de ser caridad! Decían todas al unísono acaloradas con medio soponcio mientras
Gladys Manuela se recolocaba los portentosos senos en el ajustado traje hecho a
medida…
Mientras Don Higinio de Monte
Perdido, Conde-Duque del Marquesado, le gustaba ir de caza a los más lujosos
lupanares donde según decía se podía ver los mejores “conejos”. Ahora se llevan
los australianos, le decían a su mejor amigo Don Luciano que era médico de la
pedanía de al lado mientras se sacaba con un alfiler de plata un hilo de tocino
del jamón del bueno de las muelas del juicio.
Don Higinio respetaba a su
sacrosanta y beata esposa y solo le ponía la mano encima en el aniversario de
bodas de sus comunes abuelos que ya murieran hace quinquenios sin especificar.
Don Higinio era un santo y
casto esposo para Doña Higinia que desconocía de su afición por los lumpanares
donde gozaba de alto prestigio en las bajas camas, donde era un gran conocedor
del mar y la tierra, de los conejos y mejillones en su tinta, donde se dejaba
grandes cantidades del dinero de sus asalariados porque el ser rico es una
condición.
Y claro de tales palos salió
el pequeño Don Higinio, niño protegido desde siempre y ahora que ya ha cumplido
sus primeros 40 años sigue durmiendo en la cuna de plata que le hiciera un
famoso orfebre allá en la Pampa.
Hijo único aunque le constaba
que tenía más hermanos pues su padre no podía tener el tómbolo quieto y su
augusta y santa madre se dedicaba a “sus” pobres, a los hijos de estos, a
criticar con sus amigas a Don Críspulo y lo más irse a retiros a la Casa
Palacio de su tía-abuela muerta en vida cuando descubrió que Colón fue el que
descubrió las Américas y no su antepasado Don Casimiro de Penacho Alto…
Don Higinio aun no se le
conoce relación sentimental, para disgusto de Doña Higinia y tranquilidad de Don
Higinio padre.
¡No quiero ni pensar que el
“niño” sea anacoreta! Decía Doña Higinia casi desmayada mientras cogía un
canapiés de cigala y perlas de trufas.
Don Higinio padre le dijo un
día a Don Higinio hijo: ¡Ya es hora que te lleve a un buen lupanar pues tienes
que aprender todo lo que yo sé y convertirte en un experto en conejería y
derivados! El hijo bajó la cabeza pues a él no le gustaban los conejos sino los
gatos…
Don Higinio hijo era muy
ambivalente y le gustaba un poco de todo pero lo que no quería es que le tocara
en suerte ni una Gladys Manuela para sacarle los cuartos o el prototipo de su
augusta y puñetera madre. Él era más de otra cosa, como Bruna que era una chica
sencilla que se dedicaba a rellenar colchones con hojas de calabazas. Era pobre
pero honrada…
También no le hacía ascos a
Eustoquio, un joven miitar condecorado que tenía un bello uniforme, una
brillante espada, y los que lo conocían bien también le reconocían un trabuco
de gran envergadura.
Eso tiene tener los padres que
tiene que él no se define y le gusta mirar como Segundo le mete mano a Primera
mientras comen bolitas de alcanfor.
Sí, Higinio hijo por muy buena
educación que haya recibido y una pulcra pulcritud en gustos y modales, era todo
un mirón degenerado como le dijo Audeno “El Melenas”, afamado bandido, mientras
se sacaba el pistolón antes de meterlo en el pantalón.
Don Higinio hijo si hubiera
vivido en estos tiempos serían el prototipo de enganchado a internet a los
programas del tiempo y las isobaras esas… Pero como le tocó vivir en su época
se tuvo conformar en mirar porque de hacer, la verdad, hacía poco.
Un día, que tenía los ojos muy
cansados de mirar lo que no debía, se puso delante de sus padres y les dijo que
quería encaminar su vida hacia lo militar. Qué quería ser General en la reserva
en la región del Peloponeso y mandar a sus soldados a luchar contra el enemigo…
Os podéis imaginar que Doña
Higinia le dio un soponcio pues no imaginaba que su hijo viviera peor que “sus”
pobres y Don Higinio firme y marcial dio un abrazo mientras pensaba que hilos
tocar para que su hijo fuera Teniente General… Se lo diría al ministro de
causas varias pues esta tarde había quedado en el lupanar de siempre pues viene
un conejo nacional que está haciendo estragos. ¡Seguro que le damos una
solución y entre todos le damos a mi hijo una guerra!
Lo que pasó en el lupanar, si
consiguió su sueño o no lo sabremos en otro capítulo de este serial que se me
antoja apasionante…
Jesús Rodríguez Arias
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