Manolo siempre fue un niño
simpático, extrovertido, locuaz y algo gamberrete. Cada vez que había una
trifulca en la pandilla era el primero que daba y el que casi nunca recibía. Se
las sabía todas el jodío, decía su madre a la vecina del primero izquierda.
El padre de Manolo, Manolete
porque era un gran seguidor de la eterna figura del toreo, nunca se había
distinguido por tener ideas políticas pues se dedicaba a trabajar para sacar a
su familia hacia adelante, su tertulia taurina, y su bono en las Ventas donde
su opinión era especialmente respetada.
Siempre lo podías ver con su
paquete de “Fetén” leyendo el Marca en el Bar Eustaquio mientras decía que
mucho Real Madrid pero nadie hace referencia a aquella faena antológica de
Antonio Bienvenida que con una sola verónica puso la plaza boca arriba.
Eusebia era la madre de Manolo
y era esa clase de mujer escamondá, con su delantal blanco impoluto que siempre
la veías barrer o trajinar en la cocina donde siempre salía un olor delicioso.
Manolo estudió en el colegio
público y lo hizo a trancas y barrancas, después pasó al bachillerato que no
terminó pues empezó a trabajar en el Taller de Eufrasio como aprendiz hasta que
con los años y los conocimientos pasó a ser mecánico.
Manolo, el mecánico, así le
llamaban en todo el barrio de Lavapiés donde era conocido por su locuacidad, su
simpatía y su profesionalidad. Al poco el bueno de Eufrasio se jubiló para irse
a Benidorm, que era su eterno sueño, con su Puri. Y nuestro Manolo compró el
negocio aunque no le cambió de nombre porque el Taller de Eufrasio era fiable
calidad.
Manolo muy de toros no era
pero le gustaba, menos que a su padre Manolote, él era más de fútbol, más del
Atlético de Madrid. Como empresario y trabajador nunca se afilió a ningún
sindicato a los que consideraban una partida de flojos que excusan la excusa
para no dar ni golpe.
Recuerda que un día Carlete,
delegado del “sendicato”, le vino a ver para pedir un considerable aumento para
él y nada para la plantilla. Lo echó de una patada mientras subía los honorarios
de sus trabajadores y Carlete era “liberado” de venir más al taller.
Pero un día que estaba
hablando con Sixto, su amigo de siempre y el que se llevaba todos los cates,
fue convencido para entrar en política, en el partido de izquierdas reunidas
jamás serán vencidas y lo propusieron para encabezar lista en las municipales
de la Capital obteniendo los suficientes votos para conseguir dos ediles claves
suficientes para hacer un gran pacto de izquierda que tenían como fin el
defender los intereses del proletariado, es decir, de ellos mismos.
Manolo, muy a disgusto de sus
padres Manolete y Eufrasia, accedió a una Tenencia de Alcaldía y lo primero que
hizo, con el consenso pertinente, fue una campaña contra el tabaco negro, el
rubio era más “in”, y contra la tauromaquia bajando mucho la subvención
municipal para dársela a los defensores de los marsupiales amazónicos cuya
organización llevaba Miguel, Maikel le llamaban todos, que era compañero del
partido.
Manolete, en calidad de
presidente de la Tertulia Taurina “Vuelta al ruedo”, le pidió una audiencia a
su propio hijo pero en calidad de Teniente de Alcalde para que les explicara
las razones de esa sin razón. No fue recibido con la excusa de que podían creer
que por ser su padre podrían pensar que tenían trato de favor.
Manolete rompió relación con
el menesteroso de su hijo que cada día vestía mejor y gustaba gastar mucho
dinero, público por supuesto, en locales de mucho nivel donde podía desahogarse
después de tanto estrés.
El Taller Mecánico fue cerrado
y con él se puso en la calle a los 7 empleados sin percibir indemnización
alguna, nunca los había asegurado, con las correspondientes protestas en la
puerta de su delegación municipal.
Manolo le decía a Sixto
mientras se calaba un buen habano: “A los que trabajamos por el proletariado no
nos comprenden”…
Manolo con el paso del tiempo
pasó de este partido de izquierdas entre izquierdas a la moderada
socialdemocracia. Nunca dejó ya de vivir de lo público que él hacía privado en
menos de un santiamén. De concejal pasó a parlamentario y después senador hasta
que por las cuitas políticas tuvo que dejar partido, cartera, escaño que no
sueldo pues antes ya se las había arreglado para entrar como consejero
vitalicio en una importante compañía telefónica.
Manolo no pudo despedirse de
su padre Manolete pues cuando murió estaba en el Caribe haciendo de las suyas,
es decir, trabajando para que los clientes no pagaran más después del anuncio
de subida en los recibos de más del 200%. Margol se llamaba quién le hacía los
favores para que el estrés no le tuviera tan encendido.
“Amol, si tu papacito ha muelto deberías ir”, le dijo
Margol mientras le tocaba el orondo ombliguito a modo de consolar sus penar.
No, cariño, mi padre no era
hombre progresista sino un racista que le gustaba los toros. Qué los astros le
sean beneficiosos…
Eufrasia, su madre, después
del desplante se fue a vivir a su pueblo y no quiso ver más a ese engendro que
decía el libro de familia, y la cicatriz que tenía en el abdomen, era su hijo.
Un día se encontró con Sixto,
su antiguo camarada en tantas cosas, en un resort de gran lujo y dándose un
abrazo se dijeron a la vez: ¡Menos mal que los proletarios también podemos
gozar de estas cosas!
“Oye Manolo, me gustaría que
te incorporaras a un nuevo proyecto político en el cual estoy imbuido.”
“Nosotros que somos de la izquierda de verdad, de la de toda la vida, tenemos
que revisar nuestros planteamientos”. “Si quieres te concierto una cita con
Soraya y en menos de un mes están en el staff del partido”.
“Sixto, esto es una
constelación de astros que se unen para mí”. “Estoy a tu entera disposición y a
la del Partido Popular por supuesto...”
A los seis meses ya se
consideraba un “sorayo” de toda la vida y estaba como asesor de máxima confianza de la
presidencia del gobierno. Tenía un sueldo más holgado que la de consejero
telefónico y su protagonismo en alza para presentarse como firme candidato en
la autonómicas.
Soraya junto con Sixto se
reunieron con nuestro Manolo y le dijeron que con este currículo no se podía ir
a ningún lado. Llama a … y verás como dentro de una semana eres lo que en
verdad eres.
Manuel De López y Pérez,
natural de Madrid. Estudió en Colegio San Patricio obteniendo las más altas
calificaciones académicas después lo haría en la Complutense donde se Licenció
en Económicas doctorándose cum laude con
la tesis: “La Economía en el Sistema Penibético y su repercusión en el dólar”.
Máster en Algebra aplicada en
los Países del Norte, Máster en aplicación de la Economía en las políticas
medioambientales europeas y Máster en aplicación de las subvenciones y su
gestión desde la Política financiera en Canadá.
Tiene pareja, Margol de
Abunllá y dos hijos que viven con la madre en una sencilla residencia de 5000
metros cuadrados en Aravaca.
Con este perfil se presentó a
las elecciones como número dos de la lista y experto en asuntos económicos
consiguiendo la lista una mayoría significativa de votos. Nombrado
Vicepresidente y consejero en Economía tenía un gran despacho y contrató a 50
asesores de nada expertos todos ellos en economía.
Un día se encontró en la sede
del partido a Damián, otro de los amigos de la pandilla, que era afiliado y
trabajaba en su empresa de aerosoles todo el santo día.
“¡Qué alegría verte Manolo!”
“¿Perdón, quién eres?”
¿Damián? ¡Qué alegría cojones!
Empezaron a charlar de sus
vidas y como Damián llevaba más de 30 años militando y nunca había ostentado
cargo ni nada de nada. “Es que yo, Manolo, no tengo más que Empresariales” le
dijo.
“Si yo te contara querido
compañero de fatigas populares...”, le dijo el bueno del jerarca “sorayo”.
“ Manolo, ¿te puedo hacer una
preguntita de algo que no me cuadra?”
“¿Sobre mi “normal” evolución
de la izquierda moderada a la socialdemocracia conservadora que es nuestro
partido?”.
“No, yo me preguntaba cuanto
tiempo te ha costado tener ese impresionante currículo pues que yo me acuerde
no acabaste ni el bachillerato...”
“Damián, Damián, que listo
eres...” “Esto es cosa de Sixto que después de hablar con Soraya me dijo que
sobre ese tema me podría asesorar Cristina y mira… Vicepresidente económico de
nuestra comunidad...”
Damián cuando su “amigo” se
marchó hablando por el móvil de última generación sufragado por los impuestos
de todos se entristeció y mucho porque este no era el partido que se afiliara
cuando era demasiado joven y se dijo a sí mismo: “¡Es verdad, ropasueltas en
todos los sitios, hasta aquí!
Al poco tiempo una noticia
saltó a la prensa y nuestro Manolo se desdijo de sus másteres, fue cesado como
vicepresidente y ahora lee todos los día la prensa en su escaño mientras piensa
que Margol y los niños está de viaje y tiene toda la semana para sus
“correrías”…
¡Cuántos ropasueltas, Mariano,
cuántos ropasueltas!
Jesús Rodríguez Arias