Cuando era hombre, con
atributos de hombre, me gustaban las mujeres, estaba casado y era “normal” para
esos que viven todavía bajo el yugo del “heteropatriarcado” me gustaba mucho la
Semana Santa y después la Feria pero ahora que soy género y retal de tela me
gusta mucho menos.
Por supuesto carezco de
creencias porque un retal de tela no cree ya que es una pieza más de la fábrica
en la que se convierte la vida donde todos somos iguales menos en el género que
puede, debe, ser lo más variopinto posible.
¿Os habéis dado cuenta la
agresión que supone estas próximas semanas para los retales de tela? ¿Cuántos
trajes, vestidos, túnicas y demás enseres se confecciona y estrenan estos días?
¿Cuantas penetraciones, auténticas violaciones, sufrimos los retales de tela
que perdemos nuestra original compostura para ser simples objetos? ¡Somos
género pero tenemos sentimientos!
¡Qué bien te queda ese vestido
chiquilla! ¡Hay que ver que bonito va el niño vestido de managuillo! ¿Y el de
Primera Comunión? ¡Pero que bien plantado te ha quedado el traje de chaqueta!
¡Qué preciosidad de traje de gitana llenito de volantes!
Cada vez que escucho estas
cuestiones me arrugo y no doy ni para cuarto y mitad.
¡Todo es una violación a
nuestros derechos como retales de tela! ¡Ahora comprendo a las feministas
radicales que quieren acabar con el género masculino que consideran la
penetración un atentado, un delito! Nosotros, los retales de tela seamos o no
género, también somos violentados y penetrados por la aguja asesina, por el
hilo que ata y esclaviza y por el dedal que ayuda a zaherir nuestros vaporosos
sentimientos!
Por favor cuando en estas
fechas veáis a una mujer de mantilla, de novia o trajeflamenca no echéis cuenta
de su guapura y elegancia sino en el desgarro de los retales de tela que han
sido víctimas de los más innobles vejaciones para que ella luzca de la manera
que luce.
¡Tenía que decirlo!
Una vez hecha esta defensa de
mi género quiero hablaros de una historia que me sucedió el otro día y que me
hace estar a gusto con mi lugar en el mundo como retal de tela que soy.
Un amigo que también es género
y que por obra y gracia de la ideología que nos une se ha convertido en alga
marina me dijo que me iba a presentar a alguien que nos defendía siempre pues
también es género.
Me alegré sobremanera de esta
circunstancia pues desde que diera el paso no he parado de conocer cosas que
también se han ido convirtiendo en género según mandan los tiempos.
Parecía un chico aunque por
detrás bien podría ser una chica pues tenía una cola preciosa en el pelo aunque
también podría ser caballo o yegua pues en ese momento no conocía su género.
Tenía un cuerpo escurrido,
delgaducho, de pantalón caído por detrás y con algo de chepa. Me parecía un
hombre aunque también podría ser un espárrago triguero. Según me iba acercando
escuchaba la voz de chico que hablaba con el móvil que también este último
podía ser género y ser otra cosa.
Vestía una camisita blanca, un
pantalón gastado vaquero, unas zapatillas de deporte de marca y un yersi
piquito color lila.
Se volvió y entonces se
confirmó mis sospechas cuando le vi la cara y la rala barbita que le poblaba
esta. Sin duda alguna estoy ante un nuevo género porque este no puede ser ni
hombre ni mujer sino lo que él quiera cuando quiera o como quiera.
Me besó en la comisura del
dobladillo y me dijo que estaba orgulloso del paso que había dado, que había
que enterrar al heteropatriarcado, que aquí nadie es ya hombre o mujer sino
género y que él mismo lo era pues era un ropasuelta.
Se me abrieron todos los poros
y se humedecieron los retales de mi ser. No podía creerme que estaba ante el
mayor de los ropasueltas, el que iba a desterrar para siempre el sistema
antiguo y darnos modernidad a base de piquitos en la boca, donde nadie es nadie
y todos son lo mismo, donde el capitalismo ha muerto aunque sin tocar la coca-cola,
los que critican la riqueza menos la suya, los que consideran que las parejas
de otros también pueden ser las suyas, los que...
Temblé y parecía una sábana en
un día de viento. La emoción estallaba como la bandera de un barco quemada de
tanto sol en lo alto. Agradecía al alga marina el que me lo haya presentado
porque lo admiraba más que norit y todo él me olía a lavanda.
Cómo sigo poco la tele, la
radio, el internet no estaba bien seguro quién era el ropasuelta y tenía duda
si se trataba de Er rejón, Monedero, Espinar, Julito, Garzón, Kichi, Diego,
Bódalo el poeta o el mismo tirantes...
Intenté no arrugarme y pensar
mientras me hablaba de la conveniencia de apoyar a las compañeras del libre
sangrado en su lucha libertaria de sus pototos, de hacer todos el ramadán laico
y expulsar a los católicos de la faz de la tierra, de bajar el sueldo a los
militares y policías y aumentárselo a ellos que son los representantes del
proletariado. Si nosotros estamos bien pagados podemos conseguir que algún día
los demás los estén me dijo con total vehemencia y seguridad de palabra.
Intentó que donara parte de
los hilillos de mis entretelas a la causa ropasuelta que todo ingreso nos viene
muy bien.
Mi amigo alga marina percibió
mi desconcierto pues aunque lo reconocía no me acordaba del nombre y
estrechándonos uno con otro le dijo al ropasuelta:
¡Pablo, eres el mejor!
Entonces se me encendió el
forro y me acordé del nombre y la persona que tenía delante mía a la que
admiraba desde que diera el paso y me convirtiera en género, más concretamente
en retal de tela y le dije con voz alta ahogada como algodón.
¡Qué alegría el haberte
conocido mi querido Pablo Manuel!
Y se le agrió el gesto como a
un vinagrillo...
Jesús Rodríguez Arias