Las
cosas parecen tranquilas en el edificio de la Catalana Agencia de
Contraespionaje Aereoterrestre (C.A.C.A.) y el paseo de Gracia donde está
enclavada está sitiada por miles de turistas venidos de todos los países del
mundo y hasta del limítrofe Estado Español.
El
presidente Más está de vacaciones en Alt Empordá, el vicepresidente Junqueras
está dirigiendo el país como quien otea el horizonte sin ver una “merda” y el
presidente emérito Pujol está con la emérita consorte en Suiza pasando unos
intensos días de asueto.
El
verano se ha instalado de lleno en la “Nación” Catalana porque las estaciones
del año son universales aunque ya está pensando Oleguer Pujol el crear unas
estaciones y un calendario únicamente catalán con otra hora oficial pues ellos
son exclusivos como las marcas de coches de su hermano el mayor.
La
Oposición como no se entera nunca de nada pues le da lo mismo que estemos de
vacaciones ya que ellos siempre lo están salvo los días que hay Pleno que
tienen que asistir al hemiciclo, al igual que el resto de sus señorías, para
leer el periódico, escribir mensajes en el móvil, chatear por internet y al
finalizar la sesión cobrar como está mandado.
Hace
un calor bochornoso en el Mediterráneo y eso ha obligado a nuestro Intendente
General de la C.A.C.A. a coger unos días de vacaciones. Vicente Ruínez quiere
ir al extranjero pues si se queda en la “Nación” Catalana ocurrirá lo que
siempre sucede: ¡Que no desconecta del trabajo!
Ha
pensado en coger su “pasaporte” e ir a veranear a algún pueblo de la costa
andaluza que esté situado al sur del sur del Estado Español donde no sea
conocido y menos reconocido como parte del alto mando de la antigua región
española llamada Cataluña.
Quiere
hacer un avituallamiento de camisetas, bañadores, zapatillas, toallas,
sombrero, sombrilla y nevera para ir bien provisto de todo lo necesario porque
estima, es un hombre que le gusta discernir, que colarse en plena costa de
chaqueta y corbata puede producir un cierto índice de resquemor o simplemente
sorpresa.
Aunque
no quiere invertir su dinero en productos catalanes pues todos llevan los
colores de la senyera y aparecer así por Andalucía es convertirse en la diana
de dardos envenenados, chistes mordientes y cachondeo generalizado de su
augusta y honorable persona. Lo malo es que la moneda oficial de la “Nación”
Catalana, el pujolín, no está reconocida en ningún sitio y tiene menos valor
que los billetes del monopoly. Menos mal que él había sido previsor y tiene
ahorrado un dinerito de cuando trabajaba en la T.I.A. y están depositados en un
prestigioso banco español reconocido internacionalmente como uno de los
mejores.
¡Ya
está decidido! Tirará de ahorrillos y se irá a Andalucía a pasar quince días de
merecidas vacaciones pues con tanto informe y contrainforme que le piden los
muy honorables presidente y presidente emérito no para de trabajar.
Dejará
en su puesto a D. Pantuflo, Vice-Intendente, que sabe mucho de todo porque no
hace más que leer “La Vanguardia” y en este tiempo de asunción de nuevas
responsabilidades puede dedicarse hacer hasta los sudoku porque en la sopa de
letras se pierde porque no entiende ni papa de catalán y todo el periódico
viene escrito en la lengua oficial de la nueva e incipiente “Nación”.
Primer
día de vacaciones: Se ha levantado temprano se ha vestido con una camisa de
mangas cortas y pantalón gris de pinzas, ha cogido su maleta y el billete de la
Red de Trenes del Territorio (RE.TRE.TE) que lo llevará hasta la frontera donde
después de pasar por los controles y registros pertinentes le dejarán entrar en
el odiado, y añorado, Estado Español.
Antes
de encaminarse al Sur de España tiene previsto hacer una visita a Madrid para
sacar dinero y ver a sus queridos amigos así como antiguos compañeros Ofelia y
el Doctor Bacterio. Lo hará en un bar porque no quiere ir a la sede de la
prestigiosa agencia de inteligencia nacional (T.I.A.) pues Anacleto ha
desertado de la C.A.C.A. y lo han nombrado nuevo Super Intendente de la T.I.A.
¡Cosas de la vida que está llena de traidores!
Una
vez terminados los asuntos que le retenían en la Capital de España se ha
montado en un AVE camino del lugar, tiene que permanecer de incognito por
motivos de seguridad, situado en la costa andaluza donde va a pasar las
siguientes dos semanas. Antes se ha pertrechado de un buen lote veraniego que
vaya a tono con el más común de los mortales. Lo peor es que cuando llegue a su
casa catalana va a tenerlos que esconder pues todos ponen: “Made in spain”.
Segundo
día: Es verdad lo que siempre le habían dicho que en Andalucía amanece distinto
con más color, con más sabor y sobre todo con más calor. Vicente Ruínez que es
un hombre previsor ha alquilado por internet un apartamento en primera línea de
playa, es decir, a tres kilómetros y medio de distancia aunque cuando se asoma
a la terraza ve el mar al fondo, pero que muy al fondo. Sí, es verdad no está
cerca de la playa aunque el precio era inmejorable: Un apartamento de 43 metros
cuadrados, un dormitorio en la cocina-salón y un aseo con placa de ducha por el
módico precio de: ¡4.800 euros! ¡Estaba tirado y con este precio no se podía
dejar escapar!
Se
ha enfundado su camiseta rojo bermellón, su bañador turquesa con florecillas
asilvestradas en amarillo, su chancletas color chicle por lo indefinido, su
toalla negra, su sombrilla con la bandera de España, si lo vieran el presidente
y el emérito les daba un patatús, y su nevera llena de refrescos y un simple
bocata de mortadela.
Con
todo el calor en la cabeza pues se ha olvidado de la gorra ha ido caminando
hasta la playa que estaba hasta la bandera. Se ha colocado como ha podido, se
ha ido a dar un chapuzón apartando a algunos que piensan que el mar es solo de
ellos y ha vuelto para recostarse en esa fragua ardiente que es una toalla
negra a pleno sol.
Así,
con la cara congestionada por el calor, lleno de crema protectora del nivel 100
ha pasado toda la jornada de mañana casi sin poderse mover porque no había
sitio ni para nadie más y mucho menos para nada más.
Tras
horas de soportar un calor abrasivo, recostado en una toalla que desprende
fuego, con todas las bebidas calientes pues se le olvidó meter hielo en la
nevera, con cientos de personas delante suya como si de un muro se tratase por
lo cual no divisaba ni una gota de la salada agua que dicen que tiene el mar y
con un ensordecedor bullicio, griterío, madres riñendo a sus vástagos, maridos
sentados haciendo como los que leen, jóvenes en topless y viejas también,
chavales jugando a las palas, a la pelota con el consiguiente aderezo de arena
a lo que estemos comiendo en ese momento y las madres de las madres jugando al
bingo gritando cada número a pleno pulmón, nuestro Vicente Ruínez está que no
puede más y piensa en irse un rato al chiringuito el cual parece que está más
fresquito, pues tiene aire acondicionado y todo, sentarse a tomar una buena y
fría cerveza junto alguna ración de pescado de la zona. ¡Pensado, dicho y
hecho!
Se
trataba de un chiringuito de playa que más parecía un buen restaurante en el
mar. De estilo Chill out todo invitaba al placer, a la tranquilidad, al
sosiego. La música ambiente creaba y daba paz a los ánimos enardecidos y
abrasados de los habitantes temporales que pueblan en verano nuestras playas. Ruínez
nada más entrar se sintió en casa.
Le
extrañó, eso sí, la poca cantidad de personas que había tomando algo porque a
lo sumo los bañistas, o pobladores de la arena de la playa, entraban para
comprar un helado y salían protestando por alguna razón que él, todo un
Intendente General, no llega a entender.
Le
gustó tanto el sitio, se sintió tan cómodo que decidió quedarse después de
almorzar toda la tarde en tan placentero lugar donde entre el sereno ambiente,
la música tranquilizadora y el mar que se divisaba a lo lejos parecía estar
tocando con sus dedos un pedazo de la gloria.
Se
olvidó de la cerveza y las raciones. Se pidió un buen tinto de la tierra con
unos suculentos manjares donde las distintas texturas hacían que el paladar se
convirtiera en un auténtico lugar de privilegio. Desde el aperitivo de la casa
hasta el café de después del postre fue de una gran categoría. Y allí pasó toda
la tarde entre mojito y mojito con alguna cabezada solo rota por el insinuador
hilo musical bien alejado del bullicio ensordecedor que había en la arena de la
playa.
Tantas
horas en un mismo sitio te hace compartir conversación con los educados y
eficientes camareros del chiringuito Chill out. Le dijeron que no era un lugar
de masas porque el servicio y la calidad que ofrecían había que pagarla, eso
último mosqueó algo a Ruínez, y que era el mejor local de restauración de toda
la zona.
El
gerente que era un chico muy versátil le preguntó a qué se dedicaba pues
parecía un hombre muy ocupado y de grandes responsabilidades. Ruínez, entre
tantos mojitos, se fue de la lengua y descubrió que era el Intendente General
de la C.A.C.A. Se dio cuenta de su error cuando terminó de pronunciar la última
palabra porque a un espía no le pueden ocurrir estos despistes. El gerente del
restaurante, persona que parecía sensible, educada y delicado le contestó: ¡Ah,
el Jefe de Alcantarillados!
¡Ahí
se terminó la conversación y el día de playa! Bueno, ahí no. Terminó cuando
pagó los 866 euros que suponía la cuenta en ese chiringuito tan solitario, tan
tranquilo, tan relajante, tan Chill out.
De
la cara que se le puso a Vicente Ruínez y del resto de sus planeadas vacaciones
hablaremos otro día.
Jesús
Rodríguez Arias